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Filu 'e Ferru, también conocido como brandy sardo, es un destilado que encarna la riqueza de las tradiciones sardas, una historia fascinante y un sabor inconfundible. Este producto único no es sólo una bebida, sino un auténtico símbolo de la cultura isleña, que destaca por su método de elaboración artesanal y la excelente calidad de las materias primas utilizadas.
Origen e Historia
El nacimiento de Filu 'e Ferru está envuelto en misterio y tradición. Su nombre, que significa literalmente "alambre de hierro" en sardo, proviene de una astuta práctica de los productores sardos para evadir los controles de las autoridades durante el período de prohibición. Para ocultar el destilado, las botellas eran enterradas, marcadas únicamente por un alambre de hierro que emergía del suelo, de ahí el nombre_22200000-0000-000 0-000 0-000000000222__22200000 - 0000-0000-0000-000000000222_.
Métodos de producción
Filu 'e Ferru se produce mediante la destilación de orujos sardos seleccionados, en particular los provenientes de la variedad Vernaccia, que confieren al destilado notas aromáticas distintivas y un contenido de alcohol que a menudo supera los 40 grados. La tradición dicta que en algunas zonas de Cerdeña, como Ogliastra, se añade cuajo de cordero o cabrito al orujo para dar al destilado un sabor y aroma aún más singulares_22200000-0000-0000-0000 -000000000222_.
Excelente calidad
La calidad de Filu 'e Ferru es el resultado de una cuidada selección de materias primas y de un proceso de doble destilación que preserva los aromas y sabores originales de los vinos y orujos. Tras la destilación, el destilado se madura en barricas de roble durante al menos un año, adquiriendo así complejidad y suavidad.
brandy vernaccia
Botella de ópera blanca
43% vol 50 cl
Filu 'e Ferru: brandy Vernaccia di Sardegna
Utilizados durante siglos como medicina y remedio para todos los males, fueron los monjes quienes difundieron los alambiques artesanales en las zonas más ricas en viñedos. En Cerdeña, bodegas y almacenes se transforman en pequeñas destilerías, lugares utilizados también para tomar una copa en compañía o para la venta al por menor de vinos y licores, fuente de sustento para muchas familias.
Cuando en 1874 el gobierno de Saboya prohibió la destilación casera gratuita con fines comerciales, los pequeños productores agudizaron su ingenio.
Alambiques, damajuanas y petacas llenas de brandy desaparecen de la vista de los oficiales, pero sólo en apariencia. Se dice que fueron las mujeres quienes lo produjeron en gran secreto y ellas mismas lo escondieron en trampillas subterráneas, muebles de doble fondo, agujeros excavados en los huertos.
Es precisamente en esta "era de la prohibición" que los contenedores, antes de ser enterrados, son atados a un filu' y ferru, un cable bastante largo que sobresalía del suelo y que habría permitido su posterior recuperación.